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Vivo en un mundo en el que las princesas son todas rubias; con el cabello oxigenado, pajizo, y el cuerpo repleto de silicona. Llevan vestidos feos e insinuantes con los que presumen de estar muy guapas, y en sus ojos reluce un resplandor hermoso los días en los que están de rebajas. Vivo en un mundo en el que los príncipes presumen de ser muy hombres, y consumen drogas. Se pasan horas y horas en busca de conseguir lucir músculos, con su camiseta de tirantes, en el gimnasio.
Vivo en un mundo en el que te dicen que no eres nadie si no te vuelves princesa o príncipe. Pero a mí no me gustan ellos; no tienen nada que les haga especiales. No obstante, allá donde voy me encuentro con gente que aspira a convertirse en eso, y me duele. No paran de insistir en que mi obligación es ser una princesa con escasos estudios, y con un príncipe al que le guste la cerveza y los partidos de fútbol. Pero yo siempre les respondo que quiero seguir en la universidad para convertirme en escritora y que ese deporte no me gusta; en vez de invertir tiempo en él, preferiría pasar la tarde comiendo tortitas y hablando de cosas banales.
Vivo en un mundo en el que las personas no paran de repetir que tengo pájaros en la cabeza; que todas mis ilusiones son imposibles y que haga lo que haga terminaré convirtiéndome en ellos, o sea, poniendo los pies en la tierra. Y yo siempre les replico, aun a sabiendas de que no me harán caso, que están equivocados y no hacen más que mancillar a los príncipes y las princesas. Porque, como bien sé, las princesas son mujeres hermosas y luchadoras que no tienen miedo de ser ellas mismas, y los príncipes son hombres tenaces y justos; tolerantes y encantadores. Ellos en realidad son elfos; orgullosos y vanidosos, mentirosos y astutos. A mí no me engañan.
Así pues, tendré que sacar mi espada de guerrera y luchar contra ellos. Pero claro, ando a la espera de más gente que, como yo, los haya desenmascarado. Así que ya sabes... Sí, tú: ¿eres lo suficientemente valeroso para acompañarme? Yo, por mi parte, te dejo la puerta abierta.
Vivo en un mundo en el que te dicen que no eres nadie si no te vuelves princesa o príncipe. Pero a mí no me gustan ellos; no tienen nada que les haga especiales. No obstante, allá donde voy me encuentro con gente que aspira a convertirse en eso, y me duele. No paran de insistir en que mi obligación es ser una princesa con escasos estudios, y con un príncipe al que le guste la cerveza y los partidos de fútbol. Pero yo siempre les respondo que quiero seguir en la universidad para convertirme en escritora y que ese deporte no me gusta; en vez de invertir tiempo en él, preferiría pasar la tarde comiendo tortitas y hablando de cosas banales.
Vivo en un mundo en el que las personas no paran de repetir que tengo pájaros en la cabeza; que todas mis ilusiones son imposibles y que haga lo que haga terminaré convirtiéndome en ellos, o sea, poniendo los pies en la tierra. Y yo siempre les replico, aun a sabiendas de que no me harán caso, que están equivocados y no hacen más que mancillar a los príncipes y las princesas. Porque, como bien sé, las princesas son mujeres hermosas y luchadoras que no tienen miedo de ser ellas mismas, y los príncipes son hombres tenaces y justos; tolerantes y encantadores. Ellos en realidad son elfos; orgullosos y vanidosos, mentirosos y astutos. A mí no me engañan.
Así pues, tendré que sacar mi espada de guerrera y luchar contra ellos. Pero claro, ando a la espera de más gente que, como yo, los haya desenmascarado. Así que ya sabes... Sí, tú: ¿eres lo suficientemente valeroso para acompañarme? Yo, por mi parte, te dejo la puerta abierta.
Amargo
«¿Qué quieres decirme?», pero no te lo pregunto; solo miro hacia tu rostro. Tus ojos marrones más oscuros que de costumbre. Húmedos, pero sin lágrimas. Las pestañas, largas y mojadas, tampoco aún tienen lágrimas. Las ojeras, que descansan debajo, están hinchadas y enrojecidas. En ellas reside algún tipo de magia, porque no puedo parar de mirarlas. Tan marcadas y tristes; tan cansadas... Las mejillas pálidas; los labios secos y un tanto entreabiertos. La piel seca de esa boca, de esos labios, que necesitan saliva. Tu barba casi tan descuidada como lo están tus ojos
Cafe
El café es como escribir: amargo y dulce, caliente y suave. Su olor pasa desde la nariz hasta el paladar y, de alguna forma, se siente perfecto. Oscuro, como las ideas cuando se revuelven inquietas, y tibio al tragar con la resolución de una nueva historia. Pasa por la garganta como una delicada caricia, a penas perceptible, y humedece los labios en un beso.
El café son las ganas de contar muchas cosas y no saber cómo ordenarlas; las ansias de imaginar una idea demasiado compleja como para ser expresada solo con palabras, y querer más. El vicio de la creación es marrón oscuro, lleva azúcar y, en ocasio
Viejo borracho
Estaba ahí, tirado en una acera, con una botella de bebida en su mano derecha. Pupilas dilatadas, labios entreabiertos, respiración lenta. Espalda arqueada, gesto inocente, rostro humilde. Y bebía, y bebía. Era su Leteo; aquéllas eran sus aguas. El olvido le quemaba la garganta y le humedecía la boca; lo llevaba de la mano hacia un lugar mejor.
Entonces me pregunté lo que vería en su estado de éxtasis. Todo mi alrededor se volvió gris. Pude percibir cómo se construía una imagen entre una neblina incierta, y vi sus sueños. Lo concebí sobrio con su esposa e hijos en una cena
Inspiracion
La señorita Ahufinger contempló extasiada el hermoso paisaje; ante ella se extendía un cielo celeste de esponjosas nubes blancas. Los pájaros trinaban melódicamente, y el verde de las hojas de los árboles y arbustos otorgaba un deje armónico a la totalidad de la composición; parecía que aquel lugar se había escapado del más idealizado jardín de cuento de hadas.
Con parsimonia, desenfundó su pluma, y se dispuso a impregnar el blanco papel de su inmaculada libreta con un relato de fantasía, amor, y aventuras. No le salió nada. Frustrada, inspiró el aire puro de don
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Comments5
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"Así pues, tendré que sacar mi espada de guerrera y luchar contra ellos."
Me encanta esa frase. Por razones como la que no llegas a compararte con una "princesa" si no que llegas ha habar sobre ti como una heroína con espada, con valor. Amo esa comparación.
Yo cogeré mi espada y luchare junto a ti :3
Me encanta esa frase. Por razones como la que no llegas a compararte con una "princesa" si no que llegas ha habar sobre ti como una heroína con espada, con valor. Amo esa comparación.
Yo cogeré mi espada y luchare junto a ti :3